Antes de iniciar una reflexión en cuanto a mi labor y
los intereses humanos fundamentales, debo efectuar un breve resumen de mi vida,
con el fin de que lo que exprese pueda ser entendido tal cual propongo y no se
preste para confusiones:
Mi formación inicial fue en docencia, particularmente en área de las ciencias exactas y naturales, me especialicé en Matemática. Por muchos años laboré de forma informal impartiendo centros o preparando estudiantes desde mi casa, pero también, trabajé en el plano formal en un colegio privado y en la Universidad Estatal a Distancia como tutora. Hace 6 años tuve la oportunidad de ser formada en el área editorial, específicamente en la edición y autoraje de libros de texto de Matemática tanto para primaria como para secundaria, cargo que actualmente desempeño.
Cuando me preguntan si doy clases, internamente pienso:
“Sí, lo hice de forma presencial hace más de seis años, pero ahora lo hago de
forma teórica”. Y esto lo indico porque hacer un libro de texto va más allá que
escribir contenidos y ejercicios de forma antojadiza, es estudiar un currículo,
profundizar en los contenidos y objetivos, analizar las estrategias de
aprendizaje y de evaluación que el Ministerio de Educación Pública solicita y
plasmar, en un papel, todo lo anterior, de forma tan sencilla que sea
entendible tanto para el estudiante como
para el padre de familia (que posiblemente hace años no estudia el contenido),
pero al mismo tiempo tan profesional y matemáticamente correcto que sea una
herramienta útil al docente y no lo haga incurrir en errores que pueden afectar
el futuro trabajo de esta disciplina en sus estudiantes. Sí, hacer un libro es
dar una clase teórico-práctica a miles de estudiantes, pero, sin estar
presente, sin relacionarse personalmente.
Al analizar los intereses fundamentales humanos (el
teórico, el práctico y el emancipador) puedo expresar que cada uno de ellos tiene
sus ventajas y desventajas.
El interés teórico posee el afán de controlar tanto
contenidos como las estrategias de obtención de los mismos, lo cual en cierta
medida, tiene sus ventajas en cuanto a que el control presupone disciplina y
constancia, mismas que pueden producir un aprendizaje correcto en el individuo.
Sin embargo, posee la desventaja de ve al estudiante como un objeto, por lo que
elimina, en gran medida, la libertad, la autonomía, la creatividad y la
responsabilidad tanto del educador como del educando, por el mismo afán de
controlar.
El interés práctico apunta a la comprensión del medio
que le rodea, de forma que el estudiante pueda interactuar con él sin la necesidad
de manipularlo o manejarlo, por ello ayuda a los individuos a ser autónomos y
responsables de su propio conocimiento. Pero, posee la desventaja de que pueden
ser conocimientos falsos o incorrectos dado a que el ser humano es propenso a
engañarse.
El interés emancipador, por su parte, procura liberar
a las personas de la restricción por el control ejercido por el interés teórico
y el posible fraude del interés
práctico. Lo cual es bueno, teóricamente hablando, pero a la vez inasible,
desde la forma práctica. Este interés, desde mi experiencia y forma de pensar
es la ideal pero irreal desde la práctica en nuestra cultura.
Si tuviera que elegir uno de los intereses anteriores,
elegiría el emancipador, pues da la libertad a los individuos de ser los
creadores y responsables de su propio conocimiento, además, busca potenciar las
habilidades de los individuos y grupos para que sean ellos los que lleven las
riendas de su vida de forma responsable y autónoma. Sin embargo, lo haría con
el temor de imaginar a aquellos estudiantes vaguitos (que desgraciadamente en
la actualidad sobran), pues posiblemente esta forma de pensamiento los llevaría
al fracaso.
Al analizar mi trabajo como docente, puedo indicar que
he trabajado tanto el interés teórico como el emancipador, ya que, cuando fui
docente, mi trabajo estaba basado en los juegos, mi trabajo de aula era un 50%
lúdico y con ello se propiciaba que fuera el mismo estudiante quien, de forma
independiente construyera su conocimiento según sus fortalezas. Sin embargo, al
hacerlo de esa forma, también trabajé el interés teórico, pues todas las
situaciones que se presentaban eran controladas, eran planeadas con el fin de
obtener el conocimiento de un determinado contenido.
Al analizar mi trabajo como editora puedo indicar que
en mis libros trabajo los tres intereses de forma que se superponen y no se
sabe dónde inicia uno o termina el otro. Utilizo el teórico pues es a través de
los objetivos que construyo las unidades, temas y subtemas que contienen cada
uno de mis libros, de esa forma se ejerce un control sobre los contenidos y
habilidades. Empleo el práctico al incluir en los libros proyectos en los que
el estudiante deba experimentar o relacionarse con el medio y con sus
compañeros para construir conocimientos. Pero, también se incluyen ejercicios
analíticos, reflexivos e incluso que van más allá de los contenidos propuestos
por el Mep, en los que los estudiantes poseen la libertad de hacer a su gusto y
aprender jugando (a través de retos) nuevos contenidos.
Al analizar la educación costarricense puedo indicar
que, aunque se abordan los tres intereses el que de forma mayoritaria se
trabaja, es el interés teórico puesto que la enseñanza en nuestro país se basa
en los programas por objetivos que un grupo de profesionales del MEP (o
externos por contrato) elaboraron. Tanto así, que el requisito de graduación es
pasar unos exámenes que personas externas confeccionaron y que se basan en los
objetivos planteados en los programas de estudio de las diversas disciplinas. Además,
el docente no posee la libertad de elegir cuáles objetivos trabajará en el aula
y cuáles considera que no logran el aprendizaje del contenido. Sin embargo, es
en la puesta en el aula, cuando el docente crea currículum, cuando se podría
emplear los intereses prácticos o emancipadores, y puede que algunos de ellos
los efectúen, sin embargo, considero que porcentualmente hablando son muy
pocos.
Concluyo indicando que el interés emancipador como
medio de potenciación es un ideal para el que la educación costarricense aún no
se encuentra preparada, pues incluirlo en nuestro sistema significaría un
cambio drástico no sólo en el papel sino en los curules que gobiernan nuestro
país.
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